En el corazón de la Huasteca Potosina, cada 31 de octubre a medianoche, el panteón del Barrio de Cuayo, en la comunidad de Chalco, municipio de Axtla de Terrazas, se transforma en el epicentro de uno de los rituales más místicos y conmovedores del sur de esta región: la Ceremonia del Cambio de Fiscal.
Este evento, considerado una de las jornadas más emblemáticas y hermosas de Xantol, la festividad teenek que celebra el retorno de los difuntos, representa mucho más que un acto ceremonial. La figura del fiscal encarna la representación de toda la comunidad, incluyendo a los antepasados, asumiendo la responsabilidad sagrada de cuidar el cementerio durante todo un año.
«El fiscal no sólo se desenvuelve en la cosmovisión, sino que entrega responsabilidades, facultades administrativas y de representación para la comunidad», explican los conocedores de esta tradición milenaria.
Esta persona, seleccionada mediante el acuerdo de los mayores de la localidad, recibe el bastón de mando que simboliza su autoridad y compromiso con los vivos y los muertos.
La ceremonia inicia cuando el reloj marca la medianoche del 31 de octubre, dando inicio oficial al Xantolo. El panteón de Chalco se ilumina con cientos de velas y veladoras que adornan las tumbas, creando un mar de luces titilantes que guían a las almas en su regreso temporal al mundo de los vivos.
Las familias de la comunidad acuden con comida típica de la región, destacando el patlache, acompañado de un trago de aguardiente, ofrendas que comparten no sólo con sus difuntos, sino con todos los visitantes que llegan a ser testigos de este evento único en América.
Durante toda la noche, los danzantes de «huehues», realizan sus rituales por varias horas en el panteón. La música con instrumentos rudimentarios acompaña sus pasos en un baile que es, en realidad, una representación de la vida misma, del ciclo eterno entre la existencia y la muerte.
La pirotecnia también forma parte esencial de la festividad, iluminando el cielo nocturno con destellos de colores que anuncian a los cuatro vientos que los vivos reciben con alegría a sus familiares fallecidos.
Las autoridades municipales y estatales han acompañado año con año esta ceremonia, reconociendo su importancia como elemento identitario de las comunidades teenek y su valor como una de las expresiones más auténticas de la cultura indígena mexicana.
Entre las responsabilidades del fiscal destaca el acompañamiento a los deudos en el duelo de los difuntos, además de ejercer como gestor y encargado del camposanto. Su función trasciende lo administrativo para convertirse en un puente espiritual entre el mundo terrenal y el más allá, asegurando que cada fallecido reciba cristiana sepultura y que el cementerio permanezca como espacio sagrado de encuentro entre generaciones.
Para los visitantes que tienen la fortuna de presenciar este ritual, la experiencia resulta inolvidable: dejan de ser meros espectadores para convertirse en participantes de una de las tradiciones más sorprendentes y conmovedoras de la cultura huasteca, donde la frontera entre la vida y la muerte se difumina en una celebración que honra la memoria y celebra la continuidad de la existencia.



                                    
